No existen plantas que supongan una panacea, pero, si identificamos su eje principal, el resto de síntomas pueden hacer la lista tan larga como se quiera.
Por ejemplo, una planta con alto contenido en antioxidantes con vitamina C como el goji, puede servirnos para el control de radicales libres, antienvejecimiento, aumentar las defensas y la longevidad, regula la tensión, protege la piel, de la vista cansada, de procesos cardiovasculares, puede prevenir el Alzheimer… palabras muy grandilocuentes pero que en realidad se obtienen de la suplementación en grandes cantidades y siempre que acompañe el resto de la alimentación: de nada me sirve tanto antioxidante si me paso la vida entre oxidativos como el café, la comida basura (o la más sana pero congelada y recalentada), el exceso de microondas, las bebidas energéticas… Aunque, eso no implique que, al menos, contrarrestamos parte de esos efectos. Pero contrarrestar no es potenciar el organismo (compatibilidad entre medicina y naturopatía): para ello, si usamos suplementos que queremos que sean efectivos, hagámoslo siempre dentro de un contexto de salud general, por favor. No les otorguemos capacidades milagreras y tampoco pensemos que pueden hacer algo grande por nosotros si las ponemos a pelear contra hábitos establecidos poco saludables.
Podemos entones decir que no tenemos que obsesionarnos con los nutrientes de los suplementos naturales o la magia de los productos sino disfrutarlos mientras el cuerpo nos los siga pidiendo con consciencia.
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