Si continuamente estamos desbordados es porque somos incapaces de respetar nuestros propios límites, nos volvemos obstinados. La mente quiere estar en continuo movimiento, solucionando temas pendientes que nunca acaban y en el supuesto caso que así fuera, nos pondría metas más difíciles de conseguir para seguir estando ocupada. Pero el problema viene cuando pretende que el cuerpo le siga el ritmo, llevándolo a un desgaste continuo y a una ansiedad constante al no conseguirlo. Por lo tanto, la única salida que le queda es ponerse enfermo, digamos que es su manera de hacerse escuchar.
Una indigestión mental puede llevar a una física y aunque al revés también se suele dar, la mayor parte de las veces la mente prevalece sobre el cuerpo.
¿Cómo sabemos que hemos hecho una buena digestión?
1. No hay ningún tipo de malestar ni síntoma relevante después de ingerir la información deseada.
2. Una vez ingerida no existe sensación de saturación mental ni hartazgo.
3. Mientras asimilamos e integramos la información recibida, no hay emociones que nos inquieten o nos perturben.
4. Se puede recuperar fácilmente de la memoria y hay fluidez a la hora de transmitirla.
5. La calidad del sueño es buena, el sueño es profundo y tranquilo, sin pesadillas que nos alteren.
6. Las ganas de recibir una nueva información aparece después de haber asimilado la anterior.
Seamos sinceros, hoy en día tener una buena digestión mental es complicado. Vivimos en una sociedad que lleva tal velocidad que cada vez más nos cuesta seguir. Tenemos demasiado de todo, demasiada información, demasiados estímulos, demasiadas expectativas, demasiadas exigencias…hay que estar continuamente en la cresta de la ola para estar a la altura y eso no hay manera de gestionarlo. Todo ello nos empuja hacia una incapacidad para diferenciar entre nuestros verdaderos límites y los que creemos que tenemos. Solo hay que parar, respirar, sentir y sentirse, disfrutando a cada momento de las pequeñas cosas para poder averiguar cuál es nuestro verdadero ritmo. Si nos respetamos conseguiremos que puedan coexistir de manera equilibrada el nivel físico, emocional y mental; lo que nos llevará a mejorar notablemente nuestra salud
Dicho así parece hasta fácil, pero muchas veces las buenas intenciones no son suficiente y necesitamos algunas técnicas de apoyo. Por ejemplo, hay veces que hacemos las cosas por inercia, seguimos unos patrones aprendidos… en este caso el masaje metamórfico nos ayudaría a salir de estos bucles. También puede ocurrir que el cuerpo haya sufrido tal desgaste que nos lleva a una somatización… la naturopatía se encargaría de equilibrarlo dentro de los límites de su propia naturaleza. O simplemente que las emociones nos hayan desbordado…la reflexología emocional sería un gran recurso.
Como veis, hay múltiples y variadas alternativas, solo tenéis que escoger la que más se adecue a vosotros o a las personas que queráis ayudar.
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