¿A qué nos volvemos adictos?
No es la “droga” que tomemos, ya sea alimentos, alcohol, estupefacientes; es más la sensación que nos provoca al tomárnosla. Nos volvemos más adictos a las sensaciones porque necesitamos satisfacer nuestros deseos. Una persona se vuelve adicta cuando el cuerpo no puede cubrir todas sus necesidades, es entonces cuando pasará a la ingesta de sustancias externas. Por ejemplo, la carne animal o sus derivados despiertan en nosotros nuestro aspecto más instintivo, dominador, nos da intensidad y fuerza. Viviendo en este tipo de sociedad puede resultar tentador, pero también nos aportan agresividad, irritabilidad y las ganas de querer consumirla cada vez más. En cambio, la leche, las verduras, los cereales o la fruta fresca nos dan energía y vitalidad, pero de una manera más equilibrada. Veamos qué tipo de sabores hay según la nutrición ayurvédica y los efectos que pueden llegar a causar en cada uno.
- Dulce: es el sabor para, cuando hay una insatisfacción o cansancio general. Reduce los niveles de estrés y aporta energía. El problema está en que es muy sencillo acostumbrarse a él porque nos lleva continuamente a esa búsqueda de placer, volviéndonos más egoístas. Además, la subida de energía que nos aporta durará apenas dos horas y seguido notaremos el bajón, lo que nos conducirá de nuevo a consumir dulce entrando en un círculo vicioso.
- Salado: nos enseña a disfrutar de la vida, sentir que estás vivo, sea cual sea la situación. Indicada para personas que no tienen muy claro ni dónde ir, ni que hacer en la vida. Pero también tiene su lado negativo, cuando abusamos de él, caemos en nuestro aspecto más caprichoso, queriendo conseguir cada vez más y más cosas. También nos aporta una subida de vitalidad, pero solo momentáneamente
- Picante: está indicado para las personas que tienen falta de motivación, o bien, para las personas que tienen un ritmo de vida intenso y necesitan mantenerlo. Es fácil volverse adicto al picante porque te hace creer que puedes con el mundo, pero este tipo de sensaciones dura poco, lo que hace que se quiera ingerir más. Si nos excedemos, nos hará pasar de un buen grado de estimulación a volvernos personas irritables, impacientes y con tendencia a la ira, forzando cada vez más al organismo por no ser capaces de ver nuestros propios límites.
- Ácido: nos vuelve más sociales, haciéndonos participar de nuestro entorno para poder ir en la dirección que realmente nos corresponda; no la que nos indiquen o nos impongan. Si nos pasamos, nos conducirá a una pérdida de dirección, dejándonos llevar por las masas siendo más manipulables. Nos vuelve más envidiosos y celosos, despreciando y criticando lo que no podemos conseguir, y deseando exclusivamente lo que tenemos a nuestro alcance. Nos impide identificar nuestras necesidades reales.
- Amargo: este sabor es menos común en las adicciones. Los anteriores sabores nos llevan a una huida de la realidad a través del placer, de los caprichos, de la intensidad, del entorno. El amargo hace el efecto contrario, nos muestra todas las cosas que no nos gustan para que cojamos las riendas de nuestra vida y seamos capaces de enfrentarnos a ellas. Nos aporta fuerzas y ganas de cambio. ¿Inconveniente? Demasiada amargura nos conduce hacia una falta de ilusión, hacia la frustración y la pena.
- Astringente: su función es deshacerse de un exceso de estímulos, es decir, de las cosas que no son necesarias y que nos llevan hacia un desgaste continuo. Nos centra, haciéndonos ver qué es importante para producir cambios y movimientos, y así, poder afianzarlos. Pero cuando nos sobrepasamos, conseguimos un exceso de introversión que se manifiesta a través del miedo y de la ansiedad.
Categoría: Sabias que...